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Mostrando entradas de diciembre, 2017

Me reservo el derecho de admisión.

Sí tuviese algo que admitir, es bastante lo que tendría que admitir. La obstinación es algo que se me da, pero sí hay algo que admitir: Es que no hay mejor sensación al tacto que tus manos, ni mayor calidez que la de tu abrazo. Ni mejor perfume que el de tu cuerpo Lo sé porque los he experimentado. Pero no omito nuestros silencios que se han prolongado por meses ni la intermitente compañía a la que ya nos hemos acostumbrado. Tampoco se quererte de la manera correcta, sí es que la hay. Ni de la manera que tú quieres que te quiera, porqué tampoco sé sí lo hago. No lo sé, y ya está. Tampoco me importa. Te quiero como he podido, cómo ha sido mejor para mi. Y así te di por perdida.

Compendio

Recuerdo ser menor, mucho menor y el cómo mis padres intentaban mostrarme el mundo, me explícaban el qué y por qué de las cosas. Y naturalmente hay algo de encanto en aprender y descubrir algo nuevo.  ¿Por qué? No lo sé, quizás porqué simplemente es nuevo y novedoso a primera vista. Lo hicieron con tanto empeño y dedicación, que ahora yo misma me descubro intentando hacer lo mismo por cuenta propia conmigo misma. Tantos conocimientos acumulados durante más de una veintena de años parecieran no ser suficientes. Ahora cada objeto que encuentro o poseo pertenece a un lugar, clasificado por función, material y color, tema, numeración, tamaño e incluso año. Me descubro nuevamente clasificando todo, una y otra vez. Intentando entender lo que me rodea, en la medida de lo posible, tanto cómo mi nivel semiológico me lo permita. Mi obsesión o mi manía por entender no se que, no sé para que, ni por qué, se transformó y me descubrí haciendo imagenes. Formatos rectangulares dónde el orden,

Invitación extendida.

Atesoro experiencias vacías sobre incontables hojas de papel. Experiencias vacías que suceden en cafés, salas de cine y apartamentos medio vacíos, esas experiencias vacías que disfruto y acumulo sobre tu cuerpo, dónde soy-eres objeto de deseo, dónde solo hemos de ser eso. En dónde el tiempo se diluye, termina y vuelve a empezar entre nuestros pulsos e impulsos. Es una relación es sencilla, me llamas y yo voy, no hay mayor complicación más allá de transportarse de un punto a otro. Abres la puerta y me invitas a pasar. Me ofreces agua o alguna bebida, intercambiamos algunas palabras sobre nuestro día o cualquier otro suceso que no tiene más relevancia que el hecho de ser contado en ese preciso instante, más allá de ello cualquier conversación carece de sentido. (In)esperadamente dejo mi asiento y ocupamos el mismo lugar, me siento en tus piernas y nos besamos lentamente, desesperadamente. Me levantas de tu regazo y me tomas de la mano hasta tu cuarto. Te desvistes con rápidez y

Sin conocimiento de causa

Tengo mi libreta abierta de par en par, la cabeza y la punta del bolígrado golpetean contra la hoja ansiosamente, comienzo a escribir, a garabatear en la parte superior de la hoja y no encuentro las palabras precisas, en realidad no encuentro, no conozco ninguna palabra suficiente para describir eso que quiero decir. Siento impotencia de la última vez que me dijiste "no dejes de escribirme" y sin embargo dejé de hacerlo. Y tú, tú sin saberlo regresaste para confirmar que esa sería la última vez, incluso sin saberlo tú. Qué terminaría con palabras indecibles en la punta de la lengua, todas ellas respecto a tí. Y el lenguaje es errante, insuficiente, inexacto, indecible, vano y otra pila más de adjetivos que soy incapaz de nombrar ahora para lo que realmente quiero decir. Y es qué ¿Cómo explicarlo? Mi única pretensión, era follarte. Sólo quería tu cuerpo y no a tí. Quería compartir mis fluidos, no mis ideas. Quería compartir mi sexo con el tuyo, no compartir mi tiemp

Ajuste de cuentas.

Veo el calendario, el tiempo sigue su curso natural, cómo es, cómo debe de ser. Tengo cuatro estaciones al año, doce meses, sesenta minutos y sesenta segundos. Medios internacionales, agendas gubernamentales, sistemas operativos y el reloj de pared en mi sala confirman esta información. Sin embargo, por cuenta propia tengo cuatro estaciones al día, horas de cuarenta minutos y del resto he de aceptar que he perdido la cuenta. Cada día empieza con una estación y termina con otra. Ese tiempo es mío y de nadie más, es lo único que me pertenece. Ese tiempo que ocupo en ignorarte con el pensamiento y de extrañarte con negación. Para recordarme que me eres ajena porque así lo has querido. Y cómo con el tiempo no hay marcha atrás, esta separación es irreversible; También es irrelevante y frívola porque así lo quiero. Me he ido con nada y con todo lo que me diste. Tampoco sé con que te quedas pero no estoy interesada en un ajuste de cuentas. Espero que un día de estos o de aquellos te vu