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Invitación extendida.

Atesoro experiencias vacías sobre incontables hojas de papel.

Experiencias vacías que suceden en cafés, salas de cine y apartamentos medio vacíos,
esas experiencias vacías que disfruto y acumulo sobre tu cuerpo, dónde soy-eres objeto de deseo, dónde solo hemos de ser eso.
En dónde el tiempo se diluye, termina y vuelve a empezar entre nuestros pulsos e impulsos.

Es una relación es sencilla, me llamas y yo voy, no hay mayor complicación más allá de transportarse de un punto a otro. Abres la puerta y me invitas a pasar.
Me ofreces agua o alguna bebida, intercambiamos algunas palabras sobre nuestro día o cualquier otro suceso que no tiene más relevancia que el hecho de ser contado en ese preciso instante, más allá de ello cualquier conversación carece de sentido.

(In)esperadamente dejo mi asiento y ocupamos el mismo lugar, me siento en tus piernas y nos besamos lentamente, desesperadamente. Me levantas de tu regazo y me tomas de la mano hasta tu cuarto. Te desvistes con rápidez y haces lo propio conmigo, me posees y continuamos así durante un rato o varios. La luz que quedaba se ha ido y lo unico que pasa por la ventana es la sombra de los postes de luz sobre la pared blanca de tu habitación. 

Prendes un cigarro, me convidas una fumada mientras tu sexo descansa cómo un lirio inmovil sobre la superficie del agua y reímos sobre alguna ocurrencia. Esa aparente calma del agua termina cuando se acerca a mi y reanuda la invitación.

Después de eso sólo me voy, quizás le vea otro día. 











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La idea de ti.

Repetida y repentinamente me dedicaba a pensar en ti, lo hacía con cariño, a veces hasta religiosamente. Y yo no sé, no sé sí soy yo o es la idea de ti. La idea de ti, esa que incluye la calidez de tu abrazo, lo terso de tu piel y más de una docena de virtudes que enunciar. La idea de ti, la de antes, la que eras, la que pensaba. La que pensaba que eras. La que eres. No es reproche, es la idea de ti. La misma que sospecho, la que conozco a medias la que descubro cada que cruza mi puerta. La misma idea de ti, la misma con la que mis besos desesperan, los mismos besos que me saben a medias. La que descubro que no es idea, sino mujer. La mujer que sigo descifrando.

Sombras, Siluetas, Silencio, Sutil, Sonido, Siempre.

Eres las horas que pesan en mi espalda, el silencio que tritura mi cuello, el que hay despues de todo, la sombra que persigo tras la ventana, que sigo hasta el umbral de luz. Misterio detras tuyo, detras de la luz que se clava en tu sonrisa, frente a tu mirada, con ese horizonte perdido que me ocultas, en el que te pierdo la pista, en el que me aviento a buscarte, como esa música de fondo que se pierde en el bullicio, siempre despues de todo, siempre detrás de todo,te vislumbro como una sombra, esa silueta indefinida en mis fotografías, como la huella dactilar del negativo, siempre capturada, siempre en mi positivo, huella que dejas. El azabache de tu cabello, la distancia de tus ojos, siempre definitivos, tu risa que se enreda en mis venas, el tiempo que me asfixia, mis ojos de papel, tu sonrisa de cartón. Andrea Quiroga

Esquivo.

Tu cuerpo que guía mi mirada hacia parajes desconocidos. Sabores que aún no son concebidos Notas altas que entre susurros ansías evocan. Caderas que seguramente encajan en las mías. Y que hago sino desearte. ¿Qué hago? Te pienso en horas y en otras esquivo tu mirada. Huyo de ti, de tu pensamiento. Huyo por no saberme capaz de saberte Huyo por no saberme capaz de alejarme después. Huyo, porqué no hay nada más.