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Invitación extendida.

Atesoro experiencias vacías sobre incontables hojas de papel.

Experiencias vacías que suceden en cafés, salas de cine y apartamentos medio vacíos,
esas experiencias vacías que disfruto y acumulo sobre tu cuerpo, dónde soy-eres objeto de deseo, dónde solo hemos de ser eso.
En dónde el tiempo se diluye, termina y vuelve a empezar entre nuestros pulsos e impulsos.

Es una relación es sencilla, me llamas y yo voy, no hay mayor complicación más allá de transportarse de un punto a otro. Abres la puerta y me invitas a pasar.
Me ofreces agua o alguna bebida, intercambiamos algunas palabras sobre nuestro día o cualquier otro suceso que no tiene más relevancia que el hecho de ser contado en ese preciso instante, más allá de ello cualquier conversación carece de sentido.

(In)esperadamente dejo mi asiento y ocupamos el mismo lugar, me siento en tus piernas y nos besamos lentamente, desesperadamente. Me levantas de tu regazo y me tomas de la mano hasta tu cuarto. Te desvistes con rápidez y haces lo propio conmigo, me posees y continuamos así durante un rato o varios. La luz que quedaba se ha ido y lo unico que pasa por la ventana es la sombra de los postes de luz sobre la pared blanca de tu habitación. 

Prendes un cigarro, me convidas una fumada mientras tu sexo descansa cómo un lirio inmovil sobre la superficie del agua y reímos sobre alguna ocurrencia. Esa aparente calma del agua termina cuando se acerca a mi y reanuda la invitación.

Después de eso sólo me voy, quizás le vea otro día. 











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